domingo, 12 de agosto de 2012






Los Ángeles caídos o demonios





La polaridad también es una cuestión angélica




“Sed sobrios y vigilad, que vuestro adversario, el diablo,
como león rugiente, anda rondando y busca a quien devorar.
Resistidlo fuertes en la fe.”
1 Pedro, capitulo 5 versículo 8.






Luz y oscuridad, bien y mal, femenino y masculino… lo cierto es que lo uno no existe sin lo otro. No se puede reconocer la alegría, sin haber padecido la tristeza. Decimos que el ángel no existe sin el hombre porque su sentido de existir está ligado a la caída. Siguiendo el relato bíblico, llamo caída a la separación del hombre con lo divino y con el sentido mas profundo de su propia esencia. San Agustín en su obra La ciudad de Dios dice que la caída del hombre fue el  resultado de que éste quedó absorbido en la contemplación de su propia creación, dejando de lado la obra divina. De aquellos hombres, hubo algunos que continuaron unidos a la divinidad, y son los que permanecieron en el estado angélico. Desde ese momento su misión ha sido la de rescatarnos para devolvernos a nuestro estado primigenio.
Todos los seres hemos sido creados por la divinidad y por lo tanto todo ser tiene una esencia buena. Lo que diferencia a unos de otros es la voluntad. La voluntad es un atributo esencial del espíritu, por el cual éste determina y realiza los actos que desea y cuya elección efectúa por la facultad del libre albedrío. Ésta se desarrolla o se atrofia por el ejercicio. Si se atrofia facilita la irrupción de problemas psíquicos-espirituales como las obsesiones y las sugestiones. En conclusión, podemos accionar con Dios y, por consecuencia, en concordancia con nuestra propia esencia o contra Dios, es decir, en contra de nuestra propia naturaleza.  
Siendo los ángeles seres espirituales, también pueden elegir entre Dios y la Nada. Como ejemplo de esto, vemos en el Antiguo Testamento cómo el adversario pone a prueba la fe de Job (Libro de Job 1). Ahora, siendo los ángeles mediadores entre Dios y los hombres, aunque caigan aún conservan la esencia divina. Por lo tanto, aun siendo ángeles caídos continúan teniendo un rol en la creación.  Se convierten en acusadores y nos tientan con todo aquello en lo que podamos llegar a caer. 
Más allá de estos ángeles, hay otro tipo de seres que se suelen confundir con los demonios. Estos se llaman “larvas” y actúan en colaboración con los demonios. Las “larvas” son un producto exclusivo del hombre y están generadas por la cristalización o fijación de un deseo maléfico. Esta cristalización puede llegar a dominar la voluntad del hombre y llevarlo a vivir en la oscuridad.  Las larvas actúan en colaboración con los ángeles caídos ya que una persona que logra generar una larva, lo hace porque no pasó la prueba de la tentación. Ella cae, persevera en la caída, dando rienda suelta  a sentimientos y pensamientos negativos. Un ejemplo de esto es desear el mal a alguien o querer lo que tiene otro. 
Pero las tentaciones son necesarias en la vida espiritual de un individuo para poder crecer. La única manera de no caer es intentar estar alertas, con la lámpara de la fe encendida, para lograr ver aun en las tinieblas.
Según Cornelio Agrippa (Filosofía oculta) existen nueve ordenes de ángeles caídos que son la contrapartida de los nueve coros de los ángeles celestes:


La 1° clase
Se llaman seudo dioses, y su jefe es Belcebú (significa “viejo dios”), aquel que tienta al Cristo en el desierto. Son los que exigen sacrificios y adoración, falsos dioses que ofrecen poder a cambio de ser adorados como tales. Son, además, la contracara de la energía seráfica, ellos tientan a los hombres a creerse Dios y a cometer por ello los mayores abusos y crímenes por un supuesto fin superior.

La 2° clase
Son los espíritus mentirosos y su jefe es la serpiente Pitón, que vemos en el génesis. Se trata de ángeles que se mezclan con los oráculos e ilusionan a los hombres con falsas adivinaciones y predicciones. Por esto, cuando se opera con una mancia (Tarot, Numerología, Radiestesia) y no se tiene un manejo de lo espiritual, se puede atraer este tipo de demonios. Son la energía adversa de los ángeles querubines.
La 3° clase
Son los llamados vasos de iniquidad o de ira y su jefe es Belial, que  significa “desobediente”. Inventan toda clase de arte para causar el mal, por ejemplo, juegos de azar y pasatiempos. Hay pasatiempos que conectan con lo espiritual como el caso del ajedrez, que es un juego inspirado, pero hay otros que conectan con la oscuridad. Todo juego que genere un tipo de excitación que no se pueda controlar, o que genere adicción, está inspirado por estos seres. Ellos son la energía pervertida de los ángeles Tronos.

La 4° clase
Son los vengadores de crímenes y su jefe es Asmodeo, que quiere decir “ejecutor del juicio”. Se trata de demonios que tientan a los hombres a cometer venganza contra otros. Son la energía ultrajada de los ángeles del Coro de las dominaciones.
La 5° clase
Son los prestidigitadores y su jefe es Satán. Estamos hablando de falsificadores de milagros, personas que por medio del ilusionismo materializan objetos o los hacen desaparecer;  muchas veces esta gente es confundida con maestros espirituales o guías, pero su don no proviene de lo luminoso: engañan a las personas y se retroalimentan de la energía de ellas para hacerse cada vez mas poderosos. Son la cara adversa a la de los ángeles Virtudes.

La 6° clase
Son los llamados “furias” y su jefe es Abaddond, que quiere decir “devastador”, “exterminador”. Se trata de espíritus que derraman el mal sobre la tierra como discordias, guerras, robos, violencia, etc.  Ellos son quienes portan la negatividad de los ángeles que pertenecen al Coro de los ángeles Potencias o Potestades.
La 7° clase
Son los poderes del aire y su jefe es Meririm, que quiere decir “demonio del medio día”, “espíritu de color y de tempestad”. Hablamos de demonios que se mezclan con truenos y rayos, que corrompen el aire y producen pestes. Aparecen en  el Apocalipsis en donde se les da permiso para perjudicar al mar y a la tierra. Toda tormenta que viene acompañada de rayos y truenos, irrumpiendo en forma violenta, es obra de ellos y de los espíritus de la naturaleza que están a su servicio. Por eso el gran sanador Paracelso aconsejaba que en estas ocasiones es importante proteger la casa, encendiendo una mezcla de incienso, mirra y benjuí sobre carbones incensarios, en los cuatro puntos cardinales de la misma. De ese modo los espíritus negativos no pueden entrar y perjudicar el ambiente.  Los poderes del aire son la contrapartida de los ángeles del Coro de los Principados.

La 8° clase
Son los Incriminadores y su jefe es Astaroth, que quiere decir “acusador de los hombres ante Dios”. Es el demonio de Job y son la faz oscura del Coro de los Arcángeles.



La 9° clase
Son los Tentadores o Insidiosos y su jefe es Mammon, que quiere decir “codicia”. Se trata de los que siguen individualmente a cada hombre y portan las energías caídas del Coro de los ángeles Custodios. 
Como se verá en las tiradas, siempre tendremos un ángel “favorable”  y uno “adverso”: uno facilita y el otro frena. Los ángeles de nuestras cartas no poseen una cara sombría; no son ángeles caídos pero la negación de la influencia de sus virtudes por nuestra parte, o la mala utilización de sus energías, aparece en nuestro oráculo como un aviso, ya que poseer algo bueno y no utilizarlo se torna negativo. Tal como en la vida, siempre hay algo a favor y algo que produce una cierta “tensión” gracias a la cual tenemos la oportunidad de progresar en el camino espiritual. Como dice el refrán popular “no hay mal que por bien no venga”, pues supuestos males son enviados por Dios mismo por medio de sus ángeles para ponernos “a prueba” y de este modo tal como una piedra es pulida a través del dolor, así por medio de la prueba Dios nos va puliendo y transmutando como el gran alquimista que es.
El problema de la prueba no es la prueba en sí misma, sino el no superarla. En ese caso, siempre ocurre una cristalización, una fijación de la energía negativa que genera una “larva”,  la cual la mayoría de las veces llevamos con nosotros durante mucho tiempo, años o,  incluso, vidas. Quedamos atados a la condición oscura de estas energías, sin darnos cuenta de que hay un sinfín de posibilidades para acceder a lo luminoso y de transmutar muchos aspectos de nuestra vida. 
Es verdad que estamos muy condicionados por el medio y que a lo largo de la vida tendemos a satisfacer las demandas de lo que llamamos “el mundo”. Es notable ver la diferenciación que hace Jesús cuando dice: “ustedes son la Sal de la Tierra y la Luz del Mundo”. El mundo es aquello creado por la “humanidad”. Mas allá de que el hombre ha creado maravillas, hay también en este mundo un sistema que nos lleva a buscar  lo que todos buscan, a querer lo que todos quieren, a tener lo que todos tienen y hasta a vestir lo que todos visten. Nos masificamos, corremos detrás de una zanahoria que nunca alcanzamos, o que cuando lo hacemos volvemos a sentir un vacío que nunca se llena. Es difícil sentirse feliz y pleno en un mundo que nos presenta un Dios falso como único modo de felicidad: el último modelo de una determinada marca de autos, la mansión soñada en el barrio cerrado de moda, la casa en la playa, los viajes cinco estrellas, y el feliz mundo de los famosos, la vida de los famosos. El problema no son las cosas, el dinero o lo que podamos hacer con él, el gran problema es cuando vivimos sólo para eso. Formamos parte de la manada y esto termina con nuestra propia identidad, nos desidentificamos en pos de ser aceptados y dejamos de sentirnos seres únicos y especiales, unidos a otros seres únicos y especiales.  Así creamos larvas que se alimentan de esta insatisfacción constante y nos piden más y más.  Superar la prueba es no quedar atrapado en los condicionamientos del mundo. El ángel adverso siempre nos indica aquello que debemos superar, modificar y elaborar, ¡el también es enviado por Dios!

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